viernes, 16 de noviembre de 2012

La Historia de Satanael


La Historia de Satanael

Entre los ángeles que Dios había hecho cuando necesitaba súbditos y algunos ayudantes, se encontraba también uno de nombre Satanael.

Ese ángel hacía mucho tiempo que estaba en el paraíso sentado sobre una nube tocando el arpa, tanto tiempo que ya se conocía de memoria todo el repertorio de música sacra, porque otra clase no se permitía en ese lugar. Ya estaba harto de escuchar siempre lo mismo, y sus dedos delicados ya empezaban a tener callos en las puntas por el roce con las cuerdas. Así que un día fatídico para la humanidad, se levantó de su nube privada y fue a la biblioteca a buscar algo con que entretenerse. Yendo de estante en estante encontró entre muchas obras el catálogo de la creación, es decir, por orden alfabético todo lo que Dios había creado. Lo tomó con mucho respeto y comenzó a hojearlo. Como el comienzo está siempre adelante, empezó con la letra "A". Bajó rápidamente su dedo leyendo lo que se había creado que empezaba con la A. estaba el Abadejo que era un pez, pero como él era vegetariano no le interesó. Siguió buscando llegó a la Abeja, que tampoco despertó su curiosidad. Como no encontró nada bajo la A, pasó rápidamente a las otras letras pero nada había ahí que no conociese. Cuando entró en la "M" por primera vez dejó su dedo marcador sobre una palabra que no conocía; "Maldad".  No sabía el significado de esa palabra, así que lo buscó en un diccionario enciclopédico y leyó: "Maldad"; acción mala e injusta. Esas palabras no le decían nada, así que buscó otra definición. "Maldad"; acción que no debe ser realizada bajo ningún concepto, pero sí se realiza se debe asumir la total responsabilidad de esa acción. Tampoco eso no le aclaraba mucho. Buscó en otra enciclopedia más nueva y al fin encontró la definición de la palabra "Maldad". Ahí decía bien claro que maldad, entre otras cosas, era perjudicar a otra persona, ser ruin, miserable, y que al final sería condenado y castigado por la justicia divina. Al costado alguien había escrito con lápiz apenas legible,"si te atrapan".
Como todos los ángeles Satanael fue hecho perfecto, sin ninguna tacha, pero parece que sin querer un bacilo escapó del laboratorio cósmico introduciéndose, no se sabe cuándo ni cómo, en su organismo. Uno sólo bastó para hacerlo no tan perfecto

Dejó la enciclopedia de lado, y se fue a su nube privada, ahí nadie lo molestaría. Memorizó lo que había leído sobre la palabra maldad. "Ser ruin y miserable y sobre todo perjudicar a otro". Eso le parecía algo fascinante. Durante milenios estuvo afinando y tocando su arpa para el deleite de ¿quién? Nunca hubo espectadores que lo escucharan. Cuando preguntaba para quien tocaba, la respuesta era siempre la misma "para el deleite de Dios" Ya estaba harto de tocar para el deleite de uno sólo por más importante que ese uno era. Tomó el arpa, la limpió y la guardó cuidadosamente en su estuche hecho de hilos de oro. Estaba seguro que por mucho tiempo no iba a tocarla más.

Caminó hasta el borde de la nube y miró hacia abajo. Otro mundo se le abrió a la vista. Vio praderas y ríos que no conocía, plantas y árboles que levantaban osadamente sus ramas. Era otro mundo, y quería conocerlo. Esperó hasta que oscureciera y sin ser visto se deslizó por la escalera, la misma que más adelante Jacob iba a ver en su sueño. La escalera estaba apoyada en tierra y su cabecera tocaba en el cielo: y he aquí ángeles de Dios que subían y descendían por ella. Pero esa noche Satanael descendió solo por ella. Su corazón le golpeaba en el pecho por la audacia que había cometido. Miró hacia arriba pero nada pudo ver, ni nadie pudo haberlo visto a él. Miró a su alrededor, todo estaba oscuro. Aguzó los oídos y a lo lejos pudo escuchar un ruido raro. No lo supo distinguir, nunca había escuchado nada igual. Despacio se acercó y vio a dos humanos durmiendo. De la boca de  uno de ellos salían esos ruidos que había escuchado. Se acercó más y vio que no tenían puesto ninguna ropa, estaban desnudos y parecía que no tenían vergüenza de mostrarse con lo que Dios los dotó.

Pacientemente se sentó cerca de ellos para esperar que se despertaran. Tan pronto comenzó a amanecer primero uno y después el otro abrió los ojos y se sentaron. Asombrados miraron a ese ser que los estaba observando.

-¿Quién eres tú? atinó a preguntar Adán, porque de él se trataba. El ángel estaba a punto de decir su nombre cuando se acordó que en realidad estaba en otro mundo, y por lo tanto también podría elegir otro nombre. Es muy difícil en pocos segundos pensar en uno, así que solamente acortó el suyo.

-Mi nombre es Satán, dijo con voz suave. (No quería asustarlos desde el principio.)

-Y cual es el tuyo le preguntó a la hembra, que apetitosa como una jugosa manzana estaba sentada delante de él.

Me llamo Eva respondió ella coquetamente, (con esto está demostrado que la vanidad, con la cual la mujer procura agradar a muchos hombres, está en sus genes  desde la creación, y por lo tanto no debería ser censurada por eso).


Satanael,preguntó:

-¿No tienen hambre, que van a desayunar?
Adán que no le gustaba el modo en que ese tipo, delante de él, miraba a su mujer le contestó secamente.


-Tenemos todo el huerto para elegir, menos los frutos del árbol que está en el medio, de ese no debemos comer, por una ordenanza de Dios o moriremos.

-No crean todo lo que oyen por ahí, contestó Satán. Al contrario, si comen los frutos de ese árbol tendrán conocimiento del bien y del mal, y serán como dioses.

Y vio Eva que los frutos de ese árbol eran buenos para comer y eran agradables a los ojos y  codiciables para alcanzar la sabiduría, y tomó uno de sus frutos.

-Anda, vamos la animó Satán, no tengas miedo, confía en mí, come de esa fruta.
Pobre Eva, ella no tuvo madre que pudiera haberla aconsejado de no confiar jamás en un hombre que dice "confía en mí". Su "pecado" fue haber sido un bebé de probeta.
Así que Eva dio un mordisco a esa fruta cuyo jugo le resbalaba por el mentón, y convidó a su marido, el cual comió también porque no quería ser tachado de cobarde, y menos delante de ese extraño que lo miraba con unos ojos parecidos a una serpiente.
Y fueron abiertos los ojos de ambos y se dieron cuenta que estaban desnudos, avergonzándose de ello.

Eva corrió detrás de un arbusto para esconder su desnudez y Adán arrancó la primera hoja grande que encontró cerca que fue la de una higuera. Más cerca aún tenía una de parra, pero quiso hacer alarde, ostentación de algo, aunque no sabía bien de qué, porque a la vista estaba todo, y ese todo no era para jactarse y con eso se inventó también el alarde masculino sobre
su órgano genital.

De pronto se oyó la voz de Dios llamando al hombre, ¿Dónde estás tú?

Y él respondió: -oí tu voz en el huerto y me escondí porque estaba desnudo.
Dios díjole, ¿quien te dijo que estabas desnudo, acaso comiste del fruto prohibido?

Adán ni tonto ni perezoso, le echó toda la culpa a Eva. - Esa mujer que me diste como compañera me la ofreció; sin aclarar que la comió con gusto.

Entonces Dios se volvió hacia la mujer. – Tú mujer, ¿qué es lo que has hecho?
Y Eva que era muy rápida en aprender, le echó toda la culpa a Satán. –Él fue quien me engañó y comí, pero estoy muy arrepentida mintió.

Dios se volvió a Satán y le dijo: Por cuanto esto hiciste te declaro persona “non grata” en el paraíso. Lo que te queda de vida lo pasarás en la tierra tratando de enmendar el error que cometiste.  Satán bajó la cabeza en señal de arrepentimiento, pero no lo estaba para nada. Por primera vez en su vida había saboreado la semilla de la maldad y el gusto le gustó.  Se dio cuenta del poder que tenía la traición, la infamia, la mentira, la deshonra, la vileza y en su fuero interno se prometió de seguir aprendiendo las sutilezas que lo harían un Maestro. Y cumplió su deseo. Tuvo muchos alumnos que se diseminaron por toda la tierra, siguiendo sus enseñanzas al pie de la letra. En el correr del tiempo cambiaron de nombre pero no de hábitos. Siguen buscando el poder cueste lo que cueste, mientras no le cueste a ellos sino a los otros.

Dios se volvió a la mujer y le dijo: parirás con dolor tus hijos, desearás sólo a tu marido (¡que poco conocía a las mujeres!) y el será tu amo y señor, (muchos se creen aún hoy que lo son).
Y al hombre dijo: por haber obedecido a tu mujer, comerás el pan con el sudor de tu frente.
Y por miedo de que el hombre coma también del fruto de la vida, y viva para siempre, Dios los sacó del huerto del Edén, dándoles túnicas de pieles para vestir su desnudez ya que era invierno. Pensó que en el verano podrían seguir con las hojas, pues siempre tendrían frescas, no había necesidad de darles otra muda de ropa.

Y conoció Adán a su mujer y ella concibió y parió a Caín, y después de seguir practicando concibió y parió a su hermano Abel.


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